Este mes estrenamos las entrevistas a escritores con Rocío Vega, autora de la serie de ciencia ficción erótica Horizonte Rojo. En las entrevistas de Biblioteca-T, autor y entrevistador se sumergen en el mundo de la ficción para preguntar y responder, pero, ¿cómo saldrán de allí?
Si no sabéis quién es Rocío ni conocéis Horizonte Rojo, mejor será que ella misma os cuente de qué va todo esto a continuación. Sin embargo, también podéis echar un vistazo a estos enlaces con sus redes sociales y su libro.
Me ha encantado su página personal, donde habla de sus proyectos sin tapujos.
Y las dos formas de conseguir su serie, tanto en papel como en digital:
Pero no quiero comenzar con la entrevista sin agradecerle su colaboración y su honestidad respondiendo a las preguntas, y su invitación al interior de su obra, discoteca incluida.
¡Adelante con la entrevista!
Estaba en Aceres, rodeado de rae’loc
y otros aliens. Hacía un momento dormitaba en su sofá y de pronto había
aparecido en medio de una avenida principal. «¿Pero qué hora es?», pensó Blas
mirando el reloj de su móvil. Un rae’loc, tan negro y parecido a los humanos
como le habían descrito, se quedó mirando el extraño aparato, pero no se
detuvo. Debía llevar cuidado para no llamar la atención más de lo necesario. No
conocía aquel mundo tanto como su autora, que ya debía estar harta de
esperarle.
Se reprochó el despiste y dio grandes zancadas
entre la multitud. Había quedado con Rocío Vega en su propia historia,
Horizonte Rojo, para hacerle una entrevista. Pronto encontró el puesto
callejero que le había descrito.
—¡Hola! Perdona la tardanza —resopló.
—No te preocupes, estaba pidiendo algo de comer.
¿Te apetece?
Blas observó los ingredientes que el vendedor
lucía orgulloso y disimuló una arcada.
—Mejor no, pero gracias.
—¿Nos sentamos en aquel banco de allí? —ofreció
Rocío.
Los dos se acomodaron en él y disfrutaron de las
vistas. Al poco tiempo pasó un tren frente a ellos.
—No hace falta que esperes a que termine —dijo
Ro llevándose otro trozo de lo que fuera a la boca—. Puedes empezar con la
entrevista cuando quieras.
—Vale. Como prefieras. —Sacó su móvil tras
comprobar que nadie lo miraba y encendió la grabadora—. Tú eres la
entrevistada, tú mandas.
—Tampoco será para tanto —rio ella—. Vamos,
dispara.
—De acuerdo. Vamos a empezar con una sencilla.
¿Quién es Rocío Vega? ¿Qué ha escrito?
La chica llevó los ojos al cielo mientras
masticaba, pensativa.
—Rocío Vega es una chica aficionada a las cosas
reposadas —comenzó—. Videojuegos, leer, escribir, Internet, jugar a rol…
Mientras lo pueda hacer sentada, me apunto. De momento ha escrito unas cuantas
novelas, unos cuantos relatos y unas cuantas novelettes. Y guiones de cómic y obras de teatro, también.
—Veo que no paras quieta —constató Blas—.
Háblame un poco de tu pasado. ¿Qué estudiaste? ¿Cómo eras de estudiante?
—He estudiado dos grados diferentes sin nada que
ver entre sí y ahora estoy haciendo el tercero, que tampoco se relaciona. En
orden, audiovisuales, cocina y programación. Si hubiera empezado estudiando
lengua, probablemente habría dado menos vueltas. De momento estoy contenta,
pero lo de estudiar y trabajar a la vez me está trayendo de cabeza.
—¿Y de qué trabajas? O de qué has trabajado.
—He trabajado sobre todo en hostelería, aunque
también he hecho otras cosas para sacarme unas perrillas. Si los horarios no
fueran tan horribles, me encantaría trabajar en una cocina. Llegó un momento en
que tuve que decidir si de verdad quería sacrificar lo que me hacía feliz por
«vivir» en un restaurante y decidí que no. Ahora mismo trabajo como redactora
web y escribo por encargo.
—Con escribir por encargo, ¿te refieres a
escritora fantasma?
—Así es.
—¿Y podrías contarme un poco tu experiencia como
escritora fantasma?
—Hace un año me encontré con que no sacaba
rédito a mi mejor habilidad y que dos amigas trabajaban de redactoras por su
cuenta. Les pregunté y me redirigieron a páginas web de freelance donde me contactaron
algunas editoriales que me encargaron trabajos. No conocéis ninguna, os lo juro
—dijo acercándose al micrófono del móvil—. Y si lo preguntas, no, nadie
conocido se ha agenciado mi trabajo. Los textos se venden bajo identidades
ficticias.
Blas enarcó una ceja ante la revelación.
—Es un trabajo perfecto
para alguien a quien se le dé bien escribir y quiera practicar la escritura
rápida —siguió Rocío—. En mi caso, como los géneros que me encargan no son los
míos, no me importa no recibir los halagos del público. No es por ese tipo de
libros por los que quiero que se hable de mí.
—Una buena reflexión —dijo él—. Y has hablado de
rol y videojuegos. ¿Cuál es tu relación con ellos? ¿Cuáles son tus juegos
favoritos actualmente? ¿Te sirven en tu faceta literaria?
—Son dos de mis pasiones y sí, indudablemente
aprovecho las cosas que aprendo mientras juego en mi faceta literaria. Dicen
que se me da muy bien escribir personajes, algo que viene de haberme pasado
muchísimas horas en la piel de gente imaginaria. Horizonte Rojo está muy
influenciado por Mass Effect. Además, en mis trabajos de fantasía bebo mucho de
las mitologías de juegos de rol.
—¿Y por qué escribes? ¿Qué te impulsó a ello?
—Escribo porque me paso el día en las nubes y si
no lo pongo por escrito me estalla la cabeza. No hubo nadie que me impulsara,
ni una situación. Sencillamente, un día decidí plasmar en papel las historias
que me inventaba.
—¿Cómo y cuándo empezaste a escribir? ¿Cuándo
decidiste hacerlo profesionalmente?
—Cuando tenía ocho o nueve años y me compraron
mi primer ordenador escribí (y jamás acabé) mis primeras novelas. Después me
pasé a los cuadernos, pero nunca terminé nada. No fue hasta que descubrí que
una amiga llevaba meses trabajando en una misma novela que me forcé a hacerlo,
y para mí hubo un antes y un después. Es importantísimo terminar historias.
Cualquiera puede empezar, pero pocos acaban. Por supuesto, aquella primera
novela era terriblemente mala. Me decidí a hacerlo de forma profesional hace un
tiempo. Tenía muy claro que quería sacar adelante mis libros y que otros me
leyeran.
—¿Qué errores cometiste hasta llegar a tu
situación actual? —preguntó Blas—. ¿Qué consecuencias tuvieron? ¿Arrastras
alguna? Estas preguntas son para que los que nos lean puedan evitar o
solucionar estos posibles problemas.
—Mi mayor error fue no empezar antes a escribir
todos los días. No acabar historias, dejar aparcadas novelas durante años o
meses por no tener ganas de tocarlas, no centrarme en la literatura… Aconsejo
que cualquiera que quiera escribir se ponga a ello ahora, en serio. No como un
trabajo, pero sí con el tesón de una habilidad que necesita ser afinada.
—Una curiosidad, ¿has tenido formación como
escritora, correctora, editora, etcétera?
—No he tenido formación académica, aunque me
encantaría hacer algún curso de corrección o edición. Sí que he leído varios
libros de técnica y escucho con mucha atención cuando gente que sabe habla.
Blas miró al cielo y luego al envase vacío de
comida que Ro sostenía en las manos. Empezaba a hacer frío.
—Dime tres éxitos y tres fracasos en tu carrera.
—No sé si puedo acotar tres éxitos y tres
fracasos. Hasta hace poco, tenía muchos altibajos de producción y ganas.
Supongo que siempre que he cogido con ánimo una historia y la he terminado ha
sido un éxito, y ha sido un fracaso cuando he dejado que la apatía me hiciera
alejarme del teclado un tiempo.
Él sonrió ante la respuesta.
—¿Te apetece que paseemos? —propuso.
—Claro —dijo Ro.
Lanzó el envase a una papelera cercana, pero
falló el tiro. Inmediatamente, un dron de vigilancia flotó en su dirección.
Ambos se sorprendieron.
—No está permitido ensuciar las calles. Recoja
su desperdicio en menos de 30 segundos o tendrá que pagar una multa.
Rocío recogió el envase y lo metió en la
papelera con prisa. No quería que el dron llamara más la atención sobre ellos.
Enseguida abandonaron el lugar.
—Yo no escribí esto —se quejó ella entre
dientes.
—A veces nuestras propias historias cobran vida
—rio él—. Ven. Vamos a ver el espectáculo.
Rocío Vega |
La plaza Udygma reventaba de gente en la hora
punta. Los arrianos llegaron puntuales. Blas y Rocío divisaron desde una
esquina cómo los chicos de Horizonte Rojo aparecían y empezaban con el
intercambio.
—¿No crees que el siglo
XXIII es un poco pronto para ambientar un mundo así? ¿Se explicará esto o fue
al azar? —quiso saber Blas.
—No será pronto una vez se produzca un Primer
Contacto. Con la tecnología recibida, y la que haya ya desarrollada en el 2200,
los humanos podrían llegar al espacio en unas cuantas décadas.
—Por lo que he podido
comprobar, el racismo en Kerr es palpable. Ella tiene sus propias razones.
Pero, ¿cuáles son las tuyas en hacerla así?
—Me gusta jugar con los prejuicios de los
personajes. Todos los tenemos, aunque no queramos admitirlo. Algunos sabemos
que están ahí e intentamos evitarlos; otros los negamos porque son demasiado
vergonzosos. Kerr es el ejemplo extremo, el que nadie puede negar (ni ella
misma). En otros números aparecen personajes que caen en la condescendencia, el
paternalismo y el «no soy racista, pero» que nos podemos encontrar en el día a
día si cambiamos alienígenas por inmigrantes o refugiados.
El intercambio entre
los mercenarios concluyó y los dos grupos se alejaron dándose la espalda. Él
aprovechó para continuar con las preguntas que tenía preparadas.
—Me gustaría
que habláramos un poco de tu día a día: ¿cuántas horas diarias o semanales le
dedicas a escribir?
Ella lo miró y se acercó al micrófono de nuevo.
—Entre lo que escribo para mí y para otros, fácilmente
echo dos horas diarias o más.
—¿Tienes algún hábito de escritura o algún
hábito no literario?
—Realmente no. Hay escritores que necesitan
llevar a cabo algún tipo de ritual para entrar en flujo (o la zona, como lo
llamen), pero a mí me vale con sentarme y abrir el documento. Aunque a veces lo
difícil sea abrir el documento y
dejar las redes en paz. En mi día a día no tengo ningún hábito en particular.
Ni fumo ni bebo. Si acaso, podría decir que escuchar música. Siempre estoy
escuchando música.
—¿Eso significa que luego iremos a la discoteca?
—Sin duda —sonrió ella.
—¿Qué género te gusta escribir más, y cuál
menos, y por qué? —dijo intentando disimular la emoción.
—Me gusta mucho la fantasía por la flexibilidad
que tiene. La ciencia ficción es parecida, pero a veces se le pide un
conocimiento científico y una capacidad de adivinación que suele quedarse
obsoleta muy rápido. Lo que más me cuestan son los textos costumbristas. Me
aburre un poco el mundo real. A menos que sean relatos concretos (tengo uno
llamado Un cóctel de gambas del que
estoy muy orgullosa), huyo de la vida cotidiana.
—¿Cuál es tu mayor problema a la hora de
escribir? ¿Cómo lo resuelves?
—El problema,
como digo, es cuando no consigo sentarme a escribir. De vez en cuando me atasco
en una escena y no hay manera de sacarla adelante. Apunto lo que va a ocurrir y
salto a la siguiente. No tiene sentido quedarme quieta cuando hay más cosas que
contar. Cuando ya sé lo que ha pasado, a menudo es más fácil volver para sentar
las bases.
—Tienes razón. Pero acerquémonos al ascensor, no
quiero perderme lo que viene ahora.
Kerr disparó tres veces y los drones volvieron a
hacer acto de presencia. Se armó un revuelo y oyeron los gritos desde su
posición.
—¿Por qué decidiste que
tu protagonista fuera tan vulnerable en los aspectos clave para desempeñar su
función de capitana? —preguntó al contemplar la escena que se desarrollaba ante
sus ojos.
—Debo decir que el personaje no lo creé yo, sino
mi pareja, de modo que no ha sido cosa mía. Por otro lado, tener a una
protagonista tan falible y tan vulnerable es un filón narrativo. Casi todas las
cosas que le pasan son consecuencia de sus propios defectos. Su manera de
lidiar con ello y, quizá, de mejorar como persona, es de lo que trata en
realidad Horizonte Rojo.
—Y, por curiosidad también, ¿eres
ese tipo de escritora que no deja ni un clavo suelto, donde todo lo que aparece
lo hace por algún motivo oculto hasta ser desvelado posteriormente?
—Mitad y mitad. Hay algunas cosas que aparecen
en el primer número que no serán relevantes hasta el cuarto, pistas diseminadas
sobre el futuro de los personajes en metáforas y situaciones casuales... Aunque
a veces las cortinas son simplemente azules.
Hubo más gritos y
luego todo se calmó. La plaza volvió a su rutina habitual y ellos se dirigieron
a la discoteca, pues ya estaba anocheciendo.
—Explícame un poco tu
proceso de escritura, así a grandes rasgos.
—Me paso
semanas o meses pensando detalles de una historia. Personajes y escenas
sueltas, diálogos, worldbuilding… Hago
una tormenta de ideas con lo que sé con seguridad y con lo que me gustaría que
pasara, y escribo la trama. Luego la divido en capítulos y procuro hacer
resúmenes, pero no siempre lo consigo. Soy muy impaciente y enseguida me pongo
a trabajar.
—¿Y qué consejo podrías dar a los que quieren
publicar o vivir de la literatura?
—Fácil. Practicar. Leer. Marcarse objetivos
factibles, como acabar un cuento corto, acabar una novela corta, y poco a poco
ir a más.
—Centrándonos en tu ámbito, ¿podrías decirme
cuáles son las ventajas y las desventajas de la serialización y, por otro lado,
de la temática erótica?
—La serialización es una manera curiosa de
trabajar porque te exige trabajar muy bien la tensión. Tienes que meter un
clímax por número, así que necesitas dosificar bien los puntos claves de tu
historia. La desventaja es esa misma. Como estás atada por el número de
palabras, no puedes regodearte tanto como te gustaría en algunos detalles. En
mi caso, el que más sufre es el worldbuilding.
He escogido centrarme en la acción y el desarrollo de personajes. ¡Había que
elegir! Pero para eso me puedo resarcir con las novelas.
—¿Y la erótica? —repitió él.
—La erótica tiene la ventaja del público y las
ventas… si la escribes para todo el mundo. Si haces erótica sobre una
antiheroína con alienígenas y tiros, el público habitual del género no te va a
comprar. Por otro lado, me he encontrado con el rechazo de algunos lectores a
los que les encantaban las partes de acción, pero detestaban el porno.
—Pero, ¿cuál es tu mayor satisfacción como
escritora?
—Que venga un lector que no conoces de nada a
decirte que le ha flipado lo que has escrito.
—Sí, creo que eso compensa lo suficiente
—concluyó él.
Habían llegado a la discoteca. Aún era pronto y
se podía hablar en la barra sin que la música o los borrachos interrumpieran en
exceso. Blas miró en derredor, admirando el espacio, y Rocío se sentó mirando a
la puerta, esperando a su protagonista.
—¿Qué te motiva a seguir? ¿Trabajas de alguna
forma esa motivación para mantenerla o nunca se agota? ¿Qué personas te empujan
a seguir? —soltó él de carrerilla, casi por sorpresa.
—Me motivan las historias, que se me agolpan en
la cabeza. Empiezan a ser demasiadas y tengo que darles salida antes o después.
Como escribo para mí en primer lugar, nunca he tenido un momento en que haya
dicho que no merece la pena continuar. Sí que es cierto que los lectores dan
muchísimo aliento. La gente que te tira del brazo y se muere por leer lo
siguiente que escribas es una pasada para la inspiración.
Blas había sacado una libreta y apuntaba las
respuestas. Sabía que grabar en aquel ambiente iba a resultar imposible.
—Háblanos de tu experiencia publicando una serie
literaria —dijo.
—La editorial Café con leche abrió en 2015 la
recepción de novelettes en serie.
Querían fantasía o cifi, erótica o fantasía/cifi erótica. Yo tenía en la
recámara una historia que había contado de otra manera (una partida de rol) que
venía perfecta para la tercera variante. Nunca había escrito una novelette, pero me enganchó la estructura
enseguida.
—¿Conoces otras series literarias?
—La verdad es que no se ven muchas. Sé que Ellen Kushner iba
a sacar una serie dentro de poco (si es que no lo ha hecho ya) sobre su mundo
de la Ribera.
Ella lo miró mientras anotaba, muy concentrado.
Aún no había tocado su bebida.
—¿Cusner cómo se escribe?
Rocío chasqueó la lengua. Lo cogió de la mano y
lo arrastró a la pista de baile. El local ya se estaba llenando y él se quedó
quieto sin saber qué hacer.
—¿Qué? —logró decir.
Ella pronunció unas palabras ahogadas por la
música.
—¿Qué? —repitió él, acercándose.
—¡Que mañana más! —le gritó Ro a la oreja.
A la mañana siguiente ambos salieron de la
discoteca con una jaqueca terrible. Habían visto a Kerr entrar, pero no lo
habían visto salir, aunque los dos sabían dónde había ido.
—¿Queda alguna de tus preguntas por responder o
podemos irnos a la cama? —susurró Ro cerrando los ojos. Caminaban cabizbajos
por las calles de Aceres, rodeados de alienígenas de lo más variopinto.
—¿Qué me puedes decir de tus próximos proyectos?
Ella lo miró con los ojos abiertos. Había
supuesto que el entrevistador también querría irse a dormir.
—Continúo escribiendo Horizonte Rojo. Tengo el
primer libro de una trilogía de fantasía en la recámara y me gustaría probar la
autoedición con ella. El otro día se me ocurrió una idea que no me puedo quitar
de la cabeza y que tal vez me plantee sacarla serializada o en forma de relatos
sueltos. Solo diré que es fantasía grimdark y hay muchas mujeres. También estoy
planeando una novela de fantasía juvenil con Cristina Domenech y en cuanto
saquemos un rato nos pondremos con ella.
—¡Guau! Son un buen puñado. ¿Y…?
—¿Otra pregunta? —le interrumpió ella—. ¿No has
tenido suficiente? Pareces mi biógrafo.
—La última, lo prometo.
Ella alzó el dedo indicando que solo le
permitiría una más.
—¿Cuál es tu experiencia personal con las
bibliotecas? —dijo él.
Ro paró en seco en mitad de la calle.
—¿Qué clase de pregunta es esa? —dijo.
—Bueno, el blog se llama Biblioteca-T.
Ella echó a andar de nuevo y contestó:
—Pues desde que vi El guardián de las palabras quise hacerme socia de la biblioteca.
Con seis o siete años encontré la de mi pueblo y fui visitante asidua hasta
hace varios años.
Blas sonrió ante aquella respuesta.
Llegaron a la plaza Udygma y, antes de despedirse,
él quiso verbalizar algo que le rondaba la cabeza desde que leyó la primera
entrega de Horizonte Rojo, historia en la que llevaban metidos desde hacía
muchas horas.
—He visto que la
sexualidad está muy presente en Horizonte Rojo. Se ha hablado de ello y no se
puede discutir. Sin embargo, me he fijado en que las escenas de sexo funcionan
como picos de acción bajos, como momentos de calma o relax en el avance de la
trama. Hay algunos diálogos que funcionan también de este modo, pero en los que
se habla, a veces, de sexo, también. ¿Es una estrategia premeditada utilizar el
sexo como contrapunto a las escenas de acción en el ritmo de la novela, o ha
surgido así por otros motivos? Si es así, ¿cuáles?
—¿La de la biblioteca
no era la última pregunta?
—Perdona, no he podido
evitarlo.
—Suelo estructurar por instinto. Generalmente,
las escenas de sexo suelen tener una de acción antes o después porque Kerr lo
utiliza como válvula de escape. Además, en cada escena suelo aprovechar para
desvelar una parte de su personalidad o generar un cambio en una relación
existente. No es que sean una manera de aligerar la tensión como mecanismo
estructural, sino que son una reacción a los eventos anteriores.
Ambos se despidieron
formalmente y desaparecieron de Aceres, dejando el mundo de Horizonte Rojo
atrás para volver a sus respectivas realidades.
¡Qué entrevista más chula! Me encanta. ¡Espero no perderme la de Concha Perea el mes que viene!
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Guillermo! Habrá una entrevista de este tipo al mes, espero que te gusten todas :D
EliminarLa novela pinta muy bien... Me ha parecido muy creativo, por parte del anfitrión de esta página, entrevistar a la autora en el escenario mismo de su ficción. Una interviú novelada a su vez... ¡GENIAL!
ResponderEliminarLa idea es seguir con esta dinámica en la sección. Cada mes o mes y medio publicaré una entrevista con un autor que haya tocado esto de las series literarias. Me alegro mucho de que te llame la atención.
ResponderEliminarY la serie de Horizonte Rojo está muy bien, puedes entrar en el comentario que tengo sobre la misma y engancharte como me pasó a mí :D
Un abrazo!