El oficio de corrector. Diario #2.


Todo el mundo sabe lo que es un corrector.

¿No?


Según la RAE, un corrector es aquel «que corrige» (aunque si buscas «corrector» en google, lo que te sale es un álbum entero de fotos de típex).

Pero, ¿qué es exactamente un corrector y qué hace?

Hace poco empecé a trabajar como corrector en El Libro del Escritor y, posteriormente, en Libros.com. Debo decir que es un trabajo que me encanta, aunque también tenga sus desventajas (como estar ocho horas corrigiendo, descubrir que tienes en la mesita de noche ese libro tan bueno que todavía no has terminado de leer y querer tirarlo por la ventana porque te estallan los ojos, pero te sientes culpable porque lo quieres leer y… y…).

No es tan fácil como parece. Todos hemos visto erratas monumentales en libros recomendados y publicados por grandes editoriales, aunque ese texto haya pasado por mínimo dos correctos experimentados (a veces incluso cuatro o más, pero eso ya depende de la editorial y de su exigencia real con la calidad). Entonces, ¿por qué esa errata sigue ahí? Bueno, repito que no es fácil. Haber estudiado lengua ayuda, como en mi caso, haber leído todo lo que caía en tus manos desde niño también ayuda y, las más veces, tener la curiosidad por escribir tus propios textos, también. Pero no es suficiente. Debes estudiar la gramática, saber qué fórmulas se recomiendan para qué paratextos, si ya te metes en una corrección de estilo, hacer entendible una oración sin sustituir la marca personal del autor por la tuya propia…

Los correctores profesionales pueden corregir diez páginas o más de un texto mal escrito en una hora. Yo cuando empecé tardaba esa misma hora en corregir cinco páginas de un texto bastante decente. Cinco páginas. Todavía siento escalofríos. 

Al principio tienes miedo de cometer errores, porque estás ofreciendo calidad al cliente (corregir no deja de ser una transacción, tú ofreces un servicio y un cliente paga por él, eso es importante recordarlo). Y esos miedos se cumplen. Obviamente. Pero tranquilo, cuantos más encargos tengas menos errores cometerás, menos tiempo tardarás y más confianza adquirirás en ti mismo. Como en todo, la práctica es la clave. Vi una imagen (no la pongo porque no conozco al autor ni la fuente original, y eso sería apropiación intelectual) donde un profesor de piano le decía a su alumno: no eres bueno, deja de practicar. A lo que el alumno le responde: pero si dejo de practicar nunca seré bueno. Si encontráis esta imagen agradecedle al autor, porque tiene más razón que un santo. Cuando empieces en este oficio cometerás errores; admítelos, adapta tus precios y revisa mil veces. Y sigue practicando. Esto vale tanto para la corrección como para cualquier otra cosa en la vida, te lo digo yo.

A falta de pan, buenos son pianos...

Sé que no estoy contestando a la pregunta que os había formulado al principio, pero es porque creo que las respuestas que se dan en esta entrevista del blog Relatos en la isla tintero son muy completas, amenas y fáciles de entender. La realicé con la ayuda de Raquel, la propietaria del blog, y creo que repetirme aquí sería desleal para con ella.

Lo que sí me parece importante repetir aquí es un hecho que sigue pareciéndome sorprendente y, por qué no, incoherente. Con la cantidad tan extrema de escritores que hay actualmente, cómo es tan difícil encontrar trabajo como corrector. Hablando un día con Quim Carro, autor de Divitos al asalto del poder, surgió el tema y creo que dio con la clave del asunto: 

«En un mundo perfecto, y con la cantidad de gente a la que le gusta escribir, mejor o peor, no te debería faltar trabajo. Pero supongo que mucha gente, por ahorrar, o por equivocado amor propio, creerá que no necesita un corrector, cuando es tan importante». 

¿Es esto bueno o malo? Es un hecho, simplemente. Ni más ni menos. Solo hay que adaptarse a él y actuar en consecuencia.


Pero, ¿qué pasa cuando ser corrector es el sueño de tu vida, desde que todos los niños querían ser futbolistas o astronautas y tú te sentías el raro? Tranquilo, las novelas por corregir están ahí, solo tienes que encontrarlas. Pero claro, te tienes que esforzar. Conseguir objetivos sin cierto esfuerzo hace que pierdan valor (aunque todos queramos ganar la lotería, inclusive si no jugamos, como es mi caso). Yo lo que puedo hacer para ayudaros es contaros mi experiencia personal para que podáis tomarla como un ejemplo más. Al fin y al cabo, los diarios del bibliotecario tienen esa finalidad.

Y mi experiencia empieza trabajando gratis.

No, no estoy loco*

Como dice Gabriella Campbell en este artículo sí hay ocasiones en las que podemos trabajar gratis. Lo difícil es saber cuándo estamos ante una ocasión a la que hay que decir "sí” y cuándo ante una a la que hay que decir “no”. Pero empiezo desde el principio.

Me llamaron de una editorial pequeña llamada El Último Dodo para que distribuyera sus libros a pequeña escala y/o a través de internet: correo, facebook, blog, etc., entre amigos y conocidos. Eso fue exactamente lo que hice (yo contacté con la editorial; recordad: es importante tener iniciativa propia, pocos trabajos caen del cielo**). Gané suficiente para comprarle un buen regalo de reyes a mi novia y, optimista y decidido, pedí otra caja de libros para vender. Todavía la tengo llena bajo el armario… (tranquilos, pronto resurgirá para una nueva campaña navideña).

¿Cómo que números rojos?

El libro que vendía, Martín Zarza, era bastante bueno, la verdad. Lo vendía contento y la gente me respondía bien (aquí tenéis una reseña por si os pica la curiosidad). Pero, a ver, pensaréis, aquí no trabajaste gratis… Tranquilos, ahora vamos a ello, que sois unos impacientes.

Conocía la plataforma de El Libro del Escritor desde hacía unos meses, y me pareció un buen lugar para pedir una crítica creativa del libro que vendía. Cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que tenían lista de espera de, ¡casi un año! Ni corto ni perezoso, me ofrecí a ayudarles porque me pareció que la idea con la que trabajaban (y trabajan) vale mucho la pena (y la sigue valiendo). Yo quería estar allí. Quería formar parte de alguna forma, aunque fuera pequeña. O gratis.

Por supuesto, me hicieron una prueba para comprobar que yo no era un robot espía viajero del tiempo ni nada por el estilo y desde entonces sigo colaborando con ellos. Empecé criticando Relatos de Mirthad I, Las tierras en juego, de Arkaitz León. Relatos de Mirthad II, Un pueblo perdido, es la última crítica que he realizado***, casi un año después de la primera. Eso significa que funcionan y ayudan a los escritores que quieren aprender. Y cuando trabajas gratis la mayor satisfacción es saber que el tiempo que has dedicado a ese trabajo ayuda a los demás.

 Pero una crítica creativa no es una corrección propiamente dicha, seguirán diciendo los tiquismiquis. Pues os equivocáis. Un informe literario, una crítica creativa, una corrección, no son lo mismo, igual que un capuchino no es lo mismo que un moca o un cortado. Pero todos son cafés. Si aprendes a preparar uno, aprender a preparar los demás no te llevará tanto tiempo, habrás practicado aspectos comunes, necesarios en cada uno de los diferentes formatos de creación.

Y así volvemos al tema de la práctica. Mucho antes de todo eso acepté corregir tres novelas de una amiga de un amigo. Entre unas cosas y otras sólo le corregí una y media, y menos mal, porque en mi ignorancia de las tarifas estándar del corrector (aquí el santo y seña), fue como si se las hubiera corregido gratis. Pero aprendí. Comprobé que todo lo que sabía a raíz de la carrera de filología servía para algo (por fin). Comprobé que la mayoría de las cosas por las que yo esta novela la hubiera escrito mejor de mi hinchada y egocéntrica adolescencia lectora tenían su base teórica y sus aplicaciones prácticas. Y conocí Wattpad (aunque haya empezado a utilizarlo hace poco para colgar los textos de Fénix y Tronqui).

Todas estas pequeñas piezas se fueron amontonando en la base hasta que un día me ofrecieron el puesto de corrector en dicha plataforma, El Libro del Escritor, cuando empezaron a ofrecer servicios editoriales. Seguí aprendiendo y formándome y envié mi currículum a un millón de editoriales, agencias literarias y demás (bueno, quizá un millón sea algo exagerado… seiscientos mil). Ir sumando pequeños trabajos, aunque sean gratis, está bien visto y suman experiencia. Solo tienes que seguir teniendo iniciativa propia y no perder la esperanza. Alguien se fijará en ti.

Mi recomendación, como se puede apreciar, es ligarte a una editorial o a una agencia al principio de tu carrera como corrector. Hasta que no conozcas el negocio más en profundidad ni amplíes tu red de contactos quizá volar solo te cueste demasiado y la recompensa no se adapte al tiempo invertido.

Espero que estas líneas os hayan servido para ampliar vuestra información en cuanto al oficio del corrector y mi experiencia os haya animado si pretendéis empezar o ya habéis empezado en este mundillo tan difícil, pero a la vez tan satisfactorio.

Si os ha gustado y queréis que hable de otros aspectos relacionados, pero más técnicos, solo tenéis que hacérmelo saber en los comentarios, o a través del Buzón, como siempre.

Encantado de pasar este ratito contigo. Y recuerda, las puertas de la biblioteca nunca cierran.

¡A por todas, sumachos!

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*Un poco sí.
**Y algunos te dan en la cabeza y duele.

***Casi en jálogüin del año 2016.

2 comentarios:

  1. Qué interesante punto de vista sobre el arte de la corrección. Yo tengo mi amigo corrector de cabecera y no me duele un cabello al momento s pagar por su servicio y jamás he pensado en la gratuidad por nuestra amistad. Te agradezco esta entrada y espero sigas ampliando tus redes profesionales.

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    1. Gracias a ti por comentar, Piper. Espero verte otra vez por el blog y que te sirvan los contenidos ;) Un abrazo!

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