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Dibujado por Jordi Piera |
En esta segunda entrega del juego cambiamos la forma de ocultar las pistas. La nueva forma de descubrir los secretos del hotel tiene mucho que ver con la última entrada publicada en la Biblioteca.
Si descubres la pista podrás optar a una encuesta especial. En ella podrás elegir cuál de los dos misterios del primer relato del increíble Hotel Cero quieres ver resuelto en la próxima entrega.
Pon mucha atención, porque puede que el subconsciente te engañe...
Quiere comerme
El pincel era de lengua de gato. Subía y bajaba a una
velocidad de vértigo y, en pocos segundos, todo el lienzo quedó azul. El pintor
se mesó los tres pelos del bigote y ronroneó por lo bajo, analizando su obra.
Esteban estaba en el suelo cruzado de piernas.
Había encontrado un hueco entre cuadros y caballetes con un ángulo decente
desde el que podía observar la nueva obra.
—Es difícil para un principiante como tú captar
los matices de una obra tan planificada —dijo el pintor.
—Ramone…
—Tsss. No pierdas detalle.
Hace unos días, Esteban atendía la recepción
junto a su abuelo Paul cuando el pintor entró por la puerta. Pidió una
habitación por tiempo indeinido y dejó tras de sí nada más y nada menos que
cuarenta y siete maletas. El niño tuvo que subirlas todas hasta el cuarto piso.
—Ramone, llevas una semana pintando todos los
lienzos de azul. Eso no es arte.
Al pintor se le erizó el vello del lomo. Se giró
hacia Esteban enseñando los colmillos y le apuntó con el pincel. Su bata blanca
estaba abierta por delante.
—¡Niño ignorante! Sé paciente. Y atiende.
Esteban retrocedió un poco. Su respiración se
había acelerado.
Ramone fue hasta una maleta y sacó un bote de
pintura naranja. Untó el pincel y dibujó dos peces perfectos sobre el lienzo.
Al momento, los peces empezaron a nadar por él y pronto saltaron fuera,
directos a la boca de Ramone.
Esteban soltó una carcajada.
De pronto un temblor sacudió el hotel. Un
temblor fuerte, como si algien levantara el edificio y lo dejara caer de nuevo.
Algunos lienzos se estrellaron contra el suelo.
—Oh, no —dijo el niño.
—¿Qué sucede?
—Es Lamia. Quiere comerme.
La puerta se rompió en mil pedazos y ante ellos
apareció una enorme masa negra. Lamia entró serpenteando con rapidez, se acercó
a Esteban y de ella surgió una gran boca hedionda. Pero el fuego la frenó.
Ramone sujetaba un cuadro pintado de naranja
frnte a la masa negra, y de él chorreaban llamas sin parar. Huyendo del calor,
el monstruo rodeó la habitación. Todos los cuadros entraron por inercia en su
boca abierta. Al ver esto, Ramone gritó y las llamas se intensificaron. Lamia
terminó de tragarse todos los lienzos, cerró la boca y salió de la habitación
tan rápido como había entrado. El pintor la persiguió, pero fue inútil. Ya
había desaparecido.
—¡Se ha llevado el cuadro! —Ramone lanzó el
pincel contra la pared.
Era la primera vez que Esteban se encontraba con
Lamia sin que estuviera su abuelo Paul. Despacio, se estiró la chaqueta hacia
abajo para tapar la mancha de sus pantalones.
—Yo… me tengo que ir, Ramone. He de avisar a mi
abuelo.
El pintor apoyó las zarpas en la pared. Se cogió
del pecho y le fallaron las piernas. Cayó al suelo con los ojos muy abiertos.
—¡Se ha llevado el cuadro! —repitió.
—¡Ramone!
Esteban se agachó a su lado y le dio unas
palmaditas en la mejilla.
—¿Qué pasa? Si se los ha llevado todos, ¡eh! No
se ha llevado solo uno.
—¡¿Qué importan esos lienzos azules?! Solo son
la base. ¡Puedo hacer mil en un día! Lo que importa es lo que pinto encima.
—Lo sé, lo he visto. Las cosas salen.
—Una de ellas no salió. —Ramone le cogió por el
hombro y acercó su rostro al de él—. Esteban, una de ellas no salió, y me
persigue. Me trajo hasta aquí. Hasta este edificio.
—¿Qué estás diciendo?
—No sé qué puede pasar ahora, pero tienes que huir.
Tienes que irte del hotel Cero.
Esteban dejó al pintor en su habitación y bajó hasta
el apartamento que compartía con su abuelo Paul en la planta baja. Pero su
abuelo no estaba. Esteban se quedó de pie en medio del salón. Las manos le
temblaban.
—¡Esteban! ¿Estás bien?
Su abuelo Paul entró tan aceleado en el
apartamento que se golpeó el hombro con el marco de la puerta.
—Sí.
—He ido corriendo a la habitación del pintor
cuando he sentido el terremoto. Me ha dicho que ya te habías ido. No puedes ir
solo por ahí cuando Lamia está cerca. ¿Y qué es eso de un cuadro? Parecía muy
importante.
—No es verdad. Todos eran azules y no tenían
nada de especial.
Fue hasta su habitación para cambiarse los
pantalones.
—¡Esteban!
Al entrar, vio un cuadro escondido detrás de la
puerta. En él, un tiovivo parecía girar alegre dentro del estatismo de la
imagen. Esteban cercó la cara hasta que su nariz casi rozó la tela.
Sobre uno de los caballos estaba él mismo.
Mirándose.
FIN
¿Ya has descubierto qué se esconde detrás de este relato? Si es así, mándame la respuesta al Buzón de sugerencias. Si tu respuesta es la correcta, podrás elegir qué misterio del primer relato resolveremos en la siguiente entrega del increíble Hotel Cero.
Dime, ¿qué te están pareciendo estos relatos de la Sala de Juegos? Tranquilo, ¡ya estoy pensando otros nuevos! El Hotel Cero no será el único, si no, no tendría mucho sentido haber puesto el nombre de la sección en plural.
Espero que te lo hayas pasado bien y que no te sea muy difícil descubrir el misterio entre estas paredes.
¡A jugar!
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