Hoy voy a hablaros de un aspecto de la literatura que me
ronda la cabeza muy de vez en cuando. La interpretación que hacemos de los
textos y el nivel de participación entre escritor y lector. ¿Existe una forma
correcta de abordarlo?
Es algo que ya me llamó la atención cuando era
estudiante de secundaria. Conforme iba avanzando cursos la lengua desbancaba
cada vez más a la literatura. Atrás quedaron clases enteras en las que el
profesor escenificaba y dibujaba en la pizarra escenas completas de La Celestina para dar paso a largos
comentarios de texto. Es en algún momento de este proceso cuando surgió la
pregunta y pilló desprevenidos a todos los alumnos: ¿qué quería decir el autor?
Por suerte o por desgracia, yo ya escribía desde
hacía tiempo (empecé con once o doce años, aunque todos mis escritos fueran horrorosos). Esto me dio la capacidad de levantar las orejas y ponerme en modo
alerta mientras los demás bostezaban. ¿Cómo que qué quería decir el autor? Si
yo digo lo que escribo. No entendía la pregunta.
Seguro que a todos os ha pasado en mayor o menor
medida. Cuando el profesor, sobre todo de la vieja escuela, os planta un
libraco obligatorio y luego os hace esta clásica pregunta o se pasa clases y
clases deshilvanando las intenciones secretas del autor. Si has estudiado
filología (en mi caso, hispánica) ya ni te cuento. Por suerte, yo tuve buenos
profesores que primero contextualizaban su vida y después te dejaban libertad
para decidir, para pensar en el texto. Sin embargo, hay quienes te dicen
exactamente qué quería decir como si hubieran estado al lado del autor
susurrándole al oído. Pero, ¿tú qué sabes? De ahí surgen todas las ridículas paranoias
conspiratorias que, sí, son muy divertidas a veces, pero no tienen nada que ver
con el texto o la obra en sí.
Aquí viene la famosa frase o anécdota de las
cortinas azules. Igual no la conoces. La verdad es que no recuerdo exactamente
quién me la enseñó en primer lugar, pero se me quedó grabada a fuego.
Este ejemplo creo que viene de alguna obra de
Camilo José Cela (información no contrastada por mis subordinados
bibliotecarios). Los profesores de literatura suelen decir que las cortinas
azules denotan la depresión del autor y bla, bla, bla. Cuando, seguramente, lo
que el autor quería decir es que eran azules y punto. Sería su color favorito.
Quizá sus propias cortinas eran azules y solo tuvo que levantar la vista.
Aunque, ¿puede ser que realmente quisiera decir que
estaba depresivo? Sí. ¿Puede ser que no quisiera decir nada? Sí. ¿Puede ser que
lo dijera de forma subconsciente? También.
Entonces, ¿qué quiero decir con todo esto?
Que cuando un libro sale de las manos del autor,
pasa a ser libre. Y es esa libertad la que capacita a todo lector a hacer su
propia interpretación del texto. Porque la interpretación nunca es objetiva,
eso es imposible. Las personas volcamos nuestros pensamientos y nuestras
propias experiencias en cada cosa que leemos o percibimos en la vida. No lo
podemos evitar, porque estamos hechos así, somos una mezcla entre todos
nuestros yoes del pasado.
¿Esto es malo? No, claro que no. Es malo
únicamente, como todo, si llegamos al punto de querer imponer nuestro
pensamiento, nuestra interpretación de la obra, a todos los demás. Sean alumnos
o los ancianos que se sientan en el banco de la esquina. Tu cuñado el
catedrático o el perro de tu vecina. Todos tendrán una interpretación diferente
a la tuya, y no por eso será mejor ni peor (bueno, quizá el perro aún no sepa
leer, ni hablar, ni...).
Desde el punto de vista del autor, sí puede ser
que haya escrito ciertos aspectos de su obra con una intención clara. Por
supuesto. Pero debe hacerlo siendo consciente de que, como digo, cada lector
hará la interpretación que quiera. Depende del nivel del escritor ser lo
bastante bueno para que la mayoría de lectores lleguen a la conclusión que él
pretendía (todos pretendemos alcanzar ese nivel, vaya). Pero hemos de tener
claro que eso es imposible, a menos que lo diga de forma explícita. E incluso
así habrá gente que piense otra cosa.
A veces se llega a una lucha encarnizada entre
los que dicen que tal frase significa una cosa y los que dicen que significa
otra. Yo digo: jódete, cortina azul. Todas las interpretaciones son válidas
porque son reales. Son una realidad de cada lector.
![]() |
Abajo las imposiciones, arriba las interpretaciones |
Pero vaya, que no quiero yo tampoco imponer mi
interpretación sobre la interpretación de los textos literarios a nadie.
Cualquiera puede seguir pensando que sus profesores de literatura tenían razón.
Que este autor o este otro matan a sus protagonistas porque tienen problemas
mentales. O que el que escribe esto tiene azules las cortinas de su casa y por
eso se le ha ocurrido este artículo. Nadie se va a morir por pensarlo (espero).
Aunque esta entrada se enmarca dentro de la sala
de juegos, ¡y todavía no os he propuesto juego! Ay, ay, ay.
Os voy a poner un pequeño relato que escribí y a
ver si adivináis en qué estaba pensando. Quizá alguien acierte. ¡Quizá no
estaba pensando en nada! (A lo mejor sí, y el subconsciente me jugó una mala
pasada…). ¡Vamos allá!
Presa
Aún recuerdo cuando estaba presa en aquel estrecho y oscuro
túnel. Absolutamente sola. La noche cubría mi visión cual manto húmedo y se me
pegaba al cuerpo. No sabía cuánto tiempo hacía que estaba encerrada allí ni
porqué, y solo oía algún choque de hierro y algún goteo de vez en cuando,
desesperándome. ¿Cómo podía un túnel temblar así? Ansiaba la libertad con tanta
fuerza que a veces incluso me dañaba física y psicológicamente, llorando.
¿Quién era yo?
Puede que algún día os ponga la segunda parte
del relato con la solución. O puede que no. Tendréis que interpretar mis
palabras para saberlo.
¡Nos leemos!
¿Un bebé naciendo? Y sí, sufro mucho el tema de la interpretación. Ya no tanto por lo que otros me querían contar con sus textos sino por lo que yo quiero contar y no soy capaz de transmitir.
ResponderEliminarBuena entrada ;)
Muchas gracias, querido anónimo ;)
EliminarY no, no es un bebé naciendo, ¡lo siento! :D
El cómo interpreten lo que decimos es siempre un tema que nos preocupa, pero es parte de la magia de la relación autor-lector.
Pues a mí, no sé por qué me ha venido a la mente la máquina de un TAC.
ResponderEliminarYo creo que también influye mucho las vivencias del lector. Yo he releído algunas novelas y no las he sentido igual en un momento que en otro porque no tienes el mismo recorrido personal y cultural, ni el mismo estado anímico. Para mí, encontrar el equilibrio entre narrar bien lo que deseas transmitir y dejar ese espacio para la interpretación es lo ideal. Buen artículo!
Un saludo
No eres la primera que me dice lo del TAC, pero tampoco es eso :D
EliminarTienes toda la razón en que el momento que estás pasando en tu vida hace que lo que recibas de una lectura sea diferente cada vez. Muchas gracias por tu comentario!! :)