Hoy
volvemos a hablar de la figura del corrector. Un ser extraño que orbita entre
el escritor, la editorial y el lector sin llegar a ser ninguno de ellos, pero
que necesita tener las capacidades de todos.
Que
los Simpson ya lo habían predicho todo es algo que se ha puesto muy de moda
desde lo de Trump. Pero lo que sí es cierto es que son una referencia constante
para nuestro día a día. Biblioteca-T no iba a ser menos.
Que
lo haga otro es el famoso eslogan que utiliza Homer Simpson para convencer a
sus votantes. Les promete que nunca más tendrán que tirar la basura. Alguien lo
hará por ellos. Y al
final todo resulta en un caos porque ceder toda la responsabilidad a una única
persona es insostenible.
Del
mismo modo, existen dos tipos de escritores. Me refiero para el caso que nos
ocupa, en realidad hay un tipo de escritor por cada escritor.
El
escritor minucioso es aquel que hace la función de escritor, corrector y
revisor, todo en una misma persona. Esto tiene sus ventajas y sus desventajas.
Las ventajas son la calidad final del texto (si eres bueno en lo que haces) y
la seguridad de que tu publicación puede tener menos errores por despiste o por
una amplia cadena de producción.
Pero
tiene también numerosas desventajas, dependiendo del tipo de persona que seas.
Si eres exigente, el proceso de escritura puede llegar a ser infinito. En poco
tiempo te saldría barba, bloquearías en Twitter a la gente que te mete prisa y
pasarías a llamarte Rothfuss.
Si
eres egocéntrico, cualquier cosa que te sugieran o te cambien los diferentes
miembros del equipo editorial se convertirá en una batalla cuesta arriba. Por
una simple coma, tu obra puede retrasarse un mes entero y costarte el disgusto
de correctores, maquetadores y editores. Personas que ya no te verán con los
mismos ojos de enamorados.
Si
eres inseguro, terminarás por realizar cambios en el manuscrito cuatrocientas
veinte seis veces antes de dar el visto bueno a la imprenta. O peor, después de
haber pasado por imprenta. El resultado es el mismo: retrasos, frustración y
desconfianza en futuros proyectos.
Por
el contrario, el escritor de borrador es, como el propio nombre indica (nombres
que me acabo de inventar), aquel que escribe el primer borrador y lo envía. Si
esperas que alguien te publique, lo llevas claro. A menos que se alineen unos
trece planetas, dos de ellos de distintas dimensiones. Lo malo viene cuando ese
escritor ya ha publicado, es más o menos conocido y sabe que lo van a publicar
sí o sí.
Es
en este momento cuando al corrector le llega el manuscrito y siente como alguno
de sus órganos se obstruye. ¿Todo esto tengo que arreglarlo yo? Sí. Es el
famoso que lo haga otro. El corrector lo arregla a menos que sea imposible (se
han dado casos) y se tiene que comer las horas y el marrón, para luego no
obtener el mérito correspondiente.
El
corrector hace su trabajo y el libro se publica. Todos contentos. Pero el
resultado es el mismo que con el escritor minucioso: retrasos por la cantidad
de trabajo y descontento por parte del equipo. Porque una cosa es que limpies
en un hotel, y otra que te encuentres un condón entre las sábanas.
Ni tanto ni tan poco.
La
relación entre el escritor y el corrector parece complicada después de haber
leído todo lo anterior, ¿verdad?
Pues
para nada.
Cuando
cada uno cumple su función, la relación entre el escritor y el corrector llega
a ser de completa confianza y profesionalidad. Cuando un corrector ha trabajado
más de una vez con el mismo autor ya conoce sus manías y la forma de pulir el
texto de la mejor forma para su beneficio.
Lo
que el corrector quiere es que triunfes. Lo contrario sería estúpido, porque
nadie quiere quedarse sin trabajo. Es tu segundo al mando y, por lo tanto,
debes confiar en él.
![]() |
Este cuadro se llama El corrector y las fechas de entrega |
Por
supuesto que el corrector te va a sugerir cambios, pero siempre lo hace
pensando en mejorar tu escrito. El corrector debe tocar el texto solo cuando es
estrictamente necesario, siempre con el control de cambios activado para que el
autor sepa dónde ha metido mano, para así poder aceptar o no dicho cambio. Todo lo
demás viene en comentarios que pueden debatirse entre ambos.
Por
lo tanto, si me preguntas a mí, como corrector, qué debes hacer antes de
enviar tu manuscrito a una editorial o antes de enviarlo a tu corrector de
confianza si eres de autopublicarte…
Corrígelo,
una o dos veces, no más. La
corrección final… esa… que lo haga otro.
![]() |
Aquí le han dado dos veces a la barra espaciadora, ¡está clarísimo! |
Si
necesitáis alguna herramienta para hacer esas correcciones previas de las que
os hablo, existen muchos libros al respecto. A mí el que más me gusta es 70 trucos para sacarle brillo a tu novela,
de Gabriella Campbell.
Y
si no me perdonáis este artículo tan corto, porque todavía no habéis llegado a
vuestra parada, porque aún no ha terminado la clase o porque sigue sin
apeteceros levantaros del sofá, aquí tenéis la entrevista que me hizo Raquel Alonso,
más conocida como Isla Tintero y por su Ciencia para escritores.
Espero que la
disfrutéis tanto como lo hice yo (y, por favor, no me tengáis en cuenta la
foto, eran las 07:00 de la mañana).
¡Nos
leemos, bibliófilos!
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